El taxista Giuseppe con su hija Valentina CdS

Es la primera víctima de la pandemia entre los conductores, un referente del barrio Famagosta. «Un hombre de otro tiempo»

Era el «taxista del San Paolo». Giuseppe Allegri, de 63 años, decano de los taxis blancos milaneses. Se infectó de Covid-19 a principios de marzo. Había estado hospitalizado durante 20 días en terapia intensiva. Las cosas del destino: ha muerto allí mismo, en el hospital al que iba y venía desde la plaza del barrio Famagosta, llevando a médicos de guardia, enfermeros y pacientes. En sus largos turnos nocturnos al volante nadie lo vio rechazar ninguna llamada de las esquinas más oscuras e infames.


Muere por coronavirus el taxista italiano que llevaba enfermeros y pacientes al Hospital San Paolo de Milán

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Trabajó como vigilante. Vestía de forma elegante siempre, impecable, los colegas lo recuerdan como un taxista y un hombre «de otro tiempo». Dedicado a la limpieza de su Peugeot, marca que amaba, en los últimos 10 años había conducido un 308 y un 3008, con nombre de servicio ‘Lima 57’, siempre fiel a la central de radio 6969.

Estaba siempre en la parada de taxis cercana al metro de via Famagosta, «su cuartel general», donde los otros conductores sabían que podían encontrarlo para tomar un café o charlar un rato. Era un hombre discreto, enfermizamente reservado. Siendo un lugar «pasado de moda», él siempre regresaba, negándose a veces a otras carreras mejores, a recorrer el centro el sábado por la noche. Los mejores clientes estaban desde el Auditorio de San Gottardo a la movida de via Torricelli pero nunca le interesaron. Prefería el barrio. Su barrio. Del que era un punto de referencia, residente en la calle Boffalora.

«Era un señor», afirma otro taxista histórico, Gege Mazza, de la red 6969. «Un gran amigo, un colega correcto. No se quejaba y no se dejaba intimidar por los matones que circulan por la noche».

Deja una mujer de 60 años, ahora en cuarentena, y una hija de 34, Valentina, por un virus que no le había asustado. Continuó llevando a los operadores sanitarios, a ofrecerse a hacer las carreras. «Queremos honrar a quienes están al frente y Beppe lo ha hecho hasta el final», dice su amigo Mazza. «El riesgo existe, pero ahora que el servicio se ha reducido creemos que lo mínimo que debemos hacer es comprar las medicinas a los ancianos y transportar a los médicos«. Pero con el virus que roba hasta el alivio del adiós, a los compañeros sólo les queda dedicarle una carrera en via Famagosta. Con el crespón negro ondeando en la antena del coche.

LA DESPEDIDA DE LOS TAXISTAS DE MILÁN

Es un héroe que cayó en servicio. También nosotros tenemos nuestros héroes. Colegas caídos en servicio víctimas de los matones. Colegas atropellados mientras socorrían personas involucradas en accidentes de tráfico. Colegas y amigos afectados por este maldito virus, que en este momento de dificultad no quieren faltar a su obligación y a una ciudadanía en peligro. En cada ciudad, también en los pueblos, el taxista se mantiene en su puesto, hace menos carreras de las habituales, a veces gratuitas, pero son esenciales para quienes tienen la urgencia de salvarse. En estos días los pocos clientes que tenemos no van a una fiesta o a recoger a nadie, son las personas que trabajan en hospitales, en urgencias, y tienen la necesidad de trasladarse. Con estas pocas frases queremos recordar a Giuseppe y a todos esos taxistas que mantienen vivo este servicio, demasiado olvidado pero esencial para la sociedad./El Mundo

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